El colonialismo de datos.

La crítica al colonialismo de datos hace una analogía entre la extracción de materia y la explotación de la mano de obra en el colonialismo clásico y la actual recolección de datos por parte de las grandes plataformas de internet, básicamente para entrenar a las Inteligencias Artificiales (generativas, de gestión de webs, conducción autónoma, militar…).

En este aspecto la crítica al colonialismo de datos trasciende la división territorial clásica e incluye como colonizados a algunas capas  de las sociedades coloniales, de todos modos su campo de actuación se centra en las antiguas sociedades colonizadas de las que, desde la generalización de los smartphones, se pueden obtener gigas de datos incluso con redes precarias.

Los datos obtenidos, se consideran recursos baldíos, territorios por explotar en beneficio del progreso, pero este beneficio (igual que en el colonialismo histórico) se queda en unos pocos de determinados países, además se manipula al colonizado para que acepte la apropiación de sus datos como buena, de mejora social y de progreso.

La división clásica centrada en Europa ya no es válida al 100%, actualmente hay por lo menos dos grandes polos, Amazon, Apple, Facebook y Google en los EUA y Baidu, Alibaba y Tencent en China.

A la apropiación de datos se añade la explotación de una mano de obra barata para realizar tareas básicas sobretodo el etiquetado de imágenes, de sonidos, de locuciones,… y la valoración de audios y vídeos para la detección automática de contenidos inapropiados.

El etiquetado manual es imprescindible para el aprendizaje automático, sobre todo el aprendizaje profundo, pero a medida que avanza la IA esta exigencia de calidad aumenta. Por ejemplo para entrenar una IA dedicada a la conducción automática se necesitan millones de ejemplos etiquetados para que la IA pueda “ver” con una fiabilidad del 99% (o más). Otro tema es el etiquetado para las IA del sector militar que forzosamente han de tener una precisión alta, de hecho la principal empresa de etiquetado ScaleAI fue contratada por 234 millones de $ por el Departamento de Defensa de los EUA.

Los trabajadores no solo etiquetan los datos que hacen que la IA aprenda, de hecho esos trabajadores son la inteligencia artificial propiamente dicha, nada de algoritmos sabios.

Por ejemplo, detrás de la IA de control de contenidos de Facebook, hay miles de humanos que lo controlan… por muy poco sueldo y con una tarea deshumanizante, tediosa i embrutecedora; detrás de Alexa de Amazon, hay un equipo de transcriptores de todo el mundo.

Esta mano de obra se localizan en países del sur, preferentemente con un buen sistema educativo, buen nivel de inglés (aunque muchos trabajan con traductores automáticos) y, sobretodo con una economía precaria que convierta estos trabajos mal pagados en imprescindibles para la supervivencia, especialmente durante los confinamientos de la pandemia.

La mayoría de empresas “etiquetadoras” trabajan en países de Sudamérica, sobretodo Colombia y Venezuela, en el Norte de África, en Kenia y en Filipinas, este sector empresarial según proyecciones económicas alcanzará, en 2030, un valor de 12.850 millones de euros.. Las empresas persiguen cualquier intento de organización de los trabajadores, cancelado las cuentas (despidiendo) a aquellos que lo intentan. 

Los trabajadores no son considerados como tales, dependen totalmente de la asignación de tareas desde la plataforma, asignación que no controlan y son sometidos a un régimen disciplinario, con peores tareas, suspendiéndoles la cuenta, e incluso perdiendo lo ganado, las reglas las marca la plataforma y de hecho se han ido bajando los sueldos al mismo tiempo que aumentan las exigencias de velocidad y calidad.

Otra función de los colonizados es servir de campo de pruebas de las IA más intrusivas, el ejemplo más claro es el de la vigilancia y control de la calle en Sudáfrica. En Sudáfrica tienen un sector privado de seguridad enorme, hay 564.000 vigilantes de seguridad (más que la policía y el ejercito juntos). Este potente sector privado (heredado de la época del apartheid) está construyendo una red de videovigilancia con IA con la idea de cobertura total, Vumacan, la empresa más potente, dispone de más de 5.000 cámaras sólo en Johannesburgo y a logrado conectar a su red cámaras particulares que se benefician del control profesional y aportan una mayor cobertura.

Esta red de cámaras está controlada mediante IA, que hace una primera selección y marca imágenes en las que aparece una “actividad inusual” con una alerta, la alerta se pasa al siguiente escalón que decide la actuación necesaria, aunque se afirma que no usa reconocimiento facial, se admite que las cámaras están equipadas para hacerla. A la red se pueden suscribir todo tipo de empresas de seguridad y departamentos de policía a un tanto por cámara (46 euros al mes en 2019) y ahora se promociona una tarifa plana por la que el suscriptor podría acceder a todas las cámaras de la red.

Este sistema de control supone un apartheid electrónico, ya que la mayor densidad de cámaras están en barrios y urbanizaciones ricas, por tanto las personas “vigiladas” son la procedentes de los barrios pobres, prácticamente todas negras. Este producto elaborado en Sudáfrica se está exportando a los EUA a Inglaterra y a la UE, un producto extraído de los países colonizados para controlar a las poblaciones de las antiguas metrópolis.

Tras las promesas falsas de la IA, encontramos lo de siempre, la histórica relación de explotación, la dominación capitalista y colonial.